El miedo
James P.
Sullivan y Mike Wazowski se ganan la vida asustando niños para acumular energía
producida con los gritos de miedo, y su historia ha sido tan lucrativa, que ya
han recaudado más de quinientos millones de dólares.
Causa
gracia, y es precisamente por la forma inocente que tiene esta historia de cine
de hacer dinero con el miedo, ya que siendo este un sentimiento presente en
cada uno de los seres humanos, es cuestión de tiempo descubrir qué es lo que
genera el miedo individual y social para que quienes se placen de tomar ventaja
de otros, hagan lucro explotando dicho sentimiento hasta fuera de sus límites,
sin importar la salud, el bienestar ni la vida propia de la humanidad. Y a
ellos también les causa gracia.
Tal es el
caso del negocio político en Venezuela, vivo ejemplo de la manipulación del
miedo como estrategia de control, diseñado por personajes siniestros que
mantienen al grueso de la población en el letargo social tan amado por esclavistas.
Hace unas
noches, el régimen venezolano inauguró con mucho orgullo y pocas pompas un
monumento que emula – según la información oficial – el sable que El Libertador
Simón Bolívar le regaló al General Rafael Urdaneta, con una ubicación por demás
emblemática, en el mismísimo Campo Carabobo, lugar donde se libró la batalla
homónima que finalizó el proceso de liberación de Venezuela de la conquista
española hace 200 años. Escoltando la espada que apunta al cielo, sobresalen un
cúmulo de estructuras metálicas puntiagudas representando de acuerdo a la versión
pública, los lanceros que acompañaron la gesta de hace dos siglos.
Tanto el
acto nocturno, como las lecturas que se pueden hacer de la obra artística, han
sido meticulosamente diseñados para que el criterio popular dé su significado
real, y tal cual se han dado los hechos. Los rumores alrededor de este evento
dan una versión diabólica que pasa por ser un monumento a deidades satánicas,
templo de rituales babalaos y otras más relacionadas a prácticas espiritistas a
cargo de los jerarcas gubernamentales, quienes se han encargado de “no negar”
tales bisbiseos con sabida intención de generar miedo, de hecho, mucho de esto
proviene del mismo aparato de producción noticiosa pagado por el ejecutivo
nacional.
En Venezuela
los grupos creyentes de las artes espiritistas hacen vida desde hace décadas, principalmente
en el centro del país, que cuenta con un eje de culto ubicado en la Montaña de
Sorte, a 120 km al oeste del monumento patrio recién erigido. Practicantes,
seguidores, curiosos y hasta turistas son atraídos a este lugar de veneración y
ritos a deidades relacionadas con la santería donde los temas oscuros son el
plato del día. A pesar de los años que cuentan estos cultos, han ganado terreno
desde la llegada del chavismo a finales del siglo pasado, con la llegada de los
babalaos cubanos y la cercanía pública con altos funcionarios de la administración
socialista. Uso de sus deidades en billetes, rituales con sacrificios de vida
animal y humana, entierros en edificaciones gubernamentales, y muchos más
rumores alrededor de prácticas oscuras, son las principales banderas patrocinadoras
de miedo social, historias que si bien no son descartables (pero tampoco
comprobables), tienen como único objetivo multiplicar el miedo que ya generan
como política de estado con las persecuciones, atropellos, maltratos, torturas,
violaciones y demás deportes gubernamentales.
Miedo es lo
que mejor saben crear, o quizás lo único, si vemos que su política lleva como
estandarte la destrucción. Después de asesinar a miles de venezolanos por mano
de cuerpos policiales, militares, paramilitares y civiles adeptos a su doctrina,
es entendible que el ciudadano común les tema. Lo importante es no multiplicar
sus juegos, y saber que los rumores alimentados por sus centros de (des)información
respecto a los logros que pueden alcanzar sus alianzas con el espiritismo, tienen
bases en la nada, pues si la santería lograra cometidos reales, los países del África
central, Cuba, Trinidad y Haití serían potencias mundiales.
Bien lo dijo
el padre de la Patria, “Nos han dominado más por la ignorancia que por la
fuerza”.
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