sábado, 19 de mayo de 2018

A mi nuevo hogar Colombia


A mediados de 1998, con 17 años de edad recién cumplidos, llamó mi atención que un miembro de mi familia, habiendo sido totalmente objetivo frente al tema político, pues en ningún momento había formado parte de asociación política alguna, no quisiera ni escuchar las alocuciones y propuestas de quien sería el candidato más polémico y mediático de la historia contemporánea de Venezuela. 
Hugo Chávez se dio a conocer un 4 de febrero de 1992, cuando siendo teniente coronel del ejército venezolano, tomó las armas del estado para romper con todas las leyes que juró defender con su uniforme, e intentó a través de su equipo paramilitar MBR-200 derrocar al entonces Presidente Constitucional de la República de Venezuela Carlos Andrés Pérez, objetivo que no logró cumplir, a pesar de los cientos de asesinatos que dejó de saldo dicha intentona. Fue este el inicio de la ejecución de un plan minuciosamente diseñado en la Unión Soviética, mejorado en Cuba, y entonces por perfeccionar en el país con más riquezas naturales de Latinoamérica.
Con base en ello mi familiar fijaba postura al no querer ni escuchar las propuestas de este nuevo líder carismático con lenguaje de pueblo. Sus palabras exactas al preguntarle la razón de no querer escuchar las propuestas fueron: “No necesito escuchar las mentiras de un homicida confeso, siendo asesino y sin pagar condena no puede tener nada bueno en la cabeza”. ¡Vaya sabiduría! cuánto dolor nos habríamos ahorrado en Venezuela si esa postura se hubiera multiplicado en todo el territorio.
¿Por qué hablo de esto 20 años después y en otro país? Sencillo. Soy uno de los millones de venezolanos que ha decidido emigrar porque el modelo implantado por el personaje en mención redujo toda posibilidad de surgir profesionalmente en Venezuela y por el contrario multiplicó las posibilidades de morir a manos de la destrucción social que han tenido como única política de estado él y su sucesor. Tras catorce años en el poder, que hábilmente mantuvo gracias a la desinstitucionalización de las instituciones, fue víctima de una enfermedad mortal (según Cuba), que lo obligó a ceder el testigo a quien ha mostrado ser un evidente lacayo del régimen castrista. Esta triste historia es un modelo replicable en cualquier país del mundo, no siendo Colombia ni México la excepción.
A días de una elección presidencial en Colombia, me permito plasmar mi punto de vista para quien desee libremente leerlo, ya que algo inusual se ha visto en esta campaña: dos candidatos provienen de fuerzas paramilitares cuyos palmareses no son más que millones de víctimas de crueles asesinatos, secuestros y otras muchas actividades ilícitas. Ya uno declinó creo yo que más por su exiguo nivel de aceptación que por su salud, y el otro, es según las encuestadoras el segundo en intención de voto. Es esto lo que aturde tanto, ¿cómo un ex miembro de un grupo guerrillero ha tenido la impune suerte de llegar a estos niveles de popularidad? No se trata de perdón, se trata de la intención de ciudadanos desesperados por entregar el poder de toda una rica nación en desarrollo a una persona con sangre en su tarjeta de presentación. Es totalmente cierto que no soy nacido en este país, por eso mi punto de vista (lejos de ser campaña por algún otro candidato) es una invitación a conocer su propia historia, para que así su voto sea concienzudamente analizado y basado en lógicas para el bien de Colombia, que no por resentimiento social o partidista.
Quien tenga edad suficiente, recordará lo que cuenta la historia acerca de la fundación del movimiento M 19 con unos jóvenes universitarios que en 1970 se autoproclamaron una guerrilla insurgente de izquierda para denunciar un supuesto fraude electoral contra el ex dictador Gustavo Rojas Pinilla, es decir, desde su nacimiento estaban en apoyo a una dictadura militar que abiertamente censuró medios de comunicación y asesinó detractores como fueron los del caso de la plaza de toros el 5 de febrero de 1956. De este grupo, que luego continuó sus actividades paramilitares con un objetivo de una Colombia más democrática (incongruente objetivo para un grupo guerrillero de por sí), formó parte el candidato presidencial en cuestión, y hoy dice haber militado pero no haber participado en los hechos sangrientos del palacio de justicia, ni en la toma de la embajada de República Dominicana entre otros. Los juegos de palabras que ha utilizado el hoy personaje político, han llegado como cantos de sirena para muchos, incluso pude escuchar personalmente a uno de sus seguidores diciendo “Petro estuvo en el M 19, pero era solo personal administrativo”, y parte de su apoyo al candidato lo basa en ello. La afirmación es algo así como que usted como dueño de una empresa requiera de los servicios contables de un profesional y se presente a la vacante el contador de ISIS con esta experiencia resaltada. ¿Lo contrataría?
Muchos otros hoy basan su apoyo en la gestión del señor Petro como Alcalde de Bogotá, donde ejecutó obras de recuperación de espacios sociales en zonas marginales como ciudad Bolívar, convirtiendo el alumbrado, la pintura y el bacheo de las calles, en proselitismo para su objetivo de hoy. Obviamente es más fácil y barato comprar al que no tiene, esto es parte de la escuela cubana y caraqueña de hoy a la que abiertamente asiste y apoya Don Gustavo Petro.
Cualquiera sea su postura ante la hoja de vida del personaje mencionado, escuche (lea) las palabras de una de las millones de víctimas de un régimen que utiliza su discurso divisionista y con resentimiento hacia las clases sociales altas, porque sabe que en las bajas se encuentra el grueso de la población, los que pueden sumar, y que después multiplicará con subsidios y promesas populistas para atornillarse a una silla con fines únicamente personales. ¿Les suena conocido? Pueden leer entonces historia contemporánea de Venezuela, de cómo el resentimiento por gobiernos elitistas corruptos, llevaron al desespero social de elegir a quien ha sido el peor cáncer de la historia latinoamericana. Y es que los gobiernos no “dan”, porque los recursos siempre tienen que salir del propio estado y quien produce en el estado es el ciudadano, así que busque a quien genere oportunidades para el desarrollo productivo, que plantee escenarios macroeconómicos realistas para que la inversión venga a Colombia y todo ciudadano tenga una posibilidad real de surgir, sea como profesional, como obrero, como empresario, como agricultor, como rentista, en fin, como un ciudadano libre.

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