jueves, 19 de marzo de 2015

La carta cobarde

En nuestro país, ese de los secretos a voces, de estafas gubernamentales, de convenios internacionales ocultos, de dineros no declarados y muchos otros silencios, se hace inusual conocer verdades provenientes directamente del gobierno. Por eso la sorpresa, que presumo habrá agarrado desprevenidos hasta a los calígrafos verbales rojitos que cambian su dignidad en las jornadas “voluntarias” de verborrea reciclada por cesta tickets.
La verdad que nos contó el propio Nicolás Maduro con firma y demás fue que “reculó”.
Después de 17 años de profundos delirios bélicos con la indiscutible potencia mundial, de insultos profanados públicamente tanto por su antecesor, sus seguidores y ahora por el propio Nicolás Maduro, el avalentonado discurso dio un giro totalmente desacorde a la línea del discurso oficial, pero eso sí, bien predecible. Tantas horas de “aló presidente”, de viajes (oficiales y secretos) a Cuba para afinar el gallo, de esfuerzos sobrehumanos en la generación de calificativos inexistentes en la Real Academia de la Lengua española, tantas provocaciones que al parecer lo único que buscaban era que algún vocero norteamericano al menos mencionara a Venezuela para publicitar al régimen, están vía al caño por una carta que lejos de ser un proceso diplomático, se parece más a un grito de auxilio.
¿De dónde viene todo este cuento de defender a Venezuela de un supuesto ataque de los Estados Unidos? En la habitual jornada delirante donde supuestamente Estados Unidos ha intentado contactar militares venezolanos para intentar derrocar el gobierno de Maduro (como si no pudieran solos si quisieran), involucraron al país norteamericano en la no tan preparada retreta del magnicidio, que debieron reajustar sobre la marcha cuando supieron que los tucanos venezolanos estaban en mantenimiento y todo aquello que dejo de ser noticia media hora después de serlo.  El 23 de febrero pasado, hace apenas 3 semanas, el heredero de Chávez dijo públicamente “…a Venezuela se respeta, yankis del carajo, respeten nuestra patria”. Por más que uno pueda leer esa frase o escucharla en la grabación con el más obligado sentido de la calma, es imposible encontrarle el lado pacífico a la misma, ¿está llamando al respeto con un insulto? Sin embargo, los estadounidenses no han quemado pólvora en zamuro contestando insultos de bravucón de colegio, y eso lo vemos desde hace años, o si no, recodemos los diversos calificativos que el difunto profanaba públicamente a George Bush, y que muy decentemente nunca fueron contestados por dos simples razones, respeto y falta de importancia. Ahora, lo que sí ha hecho Estados Unidos, es gobernar su país (muy bien por cierto, de allí que hasta los funcionarios venezolanos tienen dinero y bienes allá), y de esta constante labor de seguimiento a mafias del narcotráfico, violadores de derechos humanos, terroristas, etc., ha puesto los ojos en los oficiales venezolanos que han abusado sistemáticamente del poder conferido por el propio pueblo a las autoridades gubernamentales.
No sabemos si por casualidad, pero con una absoluta causalidad, Estados Unidos ha firmado una “sanción”, a la que mucho temen desde Nicolás Maduro hasta el último de los casi 5000 oficiales de la FANB en cargos públicos, siendo importante aclarar que ésta no es, y confío en el éxito de la Misión Robinson, no es para Venezuela como nación. La calificación de nuestro país como una “amenaza inusual y extraordinaria” impuesta, es un calificativo administrativo para que se pueda sancionar en términos financieros a los funcionarios públicos de este país, que han sido protagonistas de actos delictivos en la justicia internacional, en este caso las violaciones de derechos humanos.
Agarrados de semejante mango bajito, la máxima autoridad criolla, o no tan criolla, bueno, no sabemos porque aún no muestra su partida de nacimiento, emprendió su nuevo camino a la batalla con sus enemigos imaginarios, pero esta vez lo tomó en serio y ordenó realizar prácticas militares para defender la patria de un ataque militar estadounidense, más tarde incluso hincho su pecho al decir que él mismo dirigiría al ejército en una eventual acción militar. Está de más traer a colación la muerte del soldado en estas prácticas, porque además de no haber mencionado el hecho aún, podría servir para que el supuesto enemigo pueda ver que sí tenemos un flanco débil… dejémoslo así.
Lo cierto es que el hombre se fue con todo en un momento, intentando cumplir las fantasías guerreras del fallecido caudillo, y cuando sus asesores lo despertaron de la siesta, imagino que le habrán informado del caso Noriega para ponerlo en contexto, le recordaron del déficit de divisas (que muchas vienen de USA por la venta de petróleo), de la realidad operativa de la FANB, que los soles de los Generales no son precisamente por batallas, también de la obsolescencia de los equipos que han adquirido orgullosamente a Rusia, o simplemente se quedó esperando el paso al frente de los valientes comandantes de las tropas que harían delantera en la batalla; así que no le quedó más remedio que el del cobarde, recular.
Su decisión, a sabiendas que tanto él como su personal diplomático poca atención reciben en el “Imperio”, no podía ser otra que hacer público un grito de auxilio en caso que los norteamericanos si quiera consideraran enviar una tropa de scouts para nuestra pacifica nación. Este grito de auxilio, en forma de carta publicada en uno de los diarios estadounidenses, deja en descubierto tantas debilidades como cobardías del régimen, argumentando respetos que nunca ha demostrado, escudándose en su pueblo cuando son ellos quienes han roto la vía diplomática, señalando al gobierno de Estados Unidos de acciones que no ha cometido, buscando incluso desvirtuar la imagen de su mandatario en sus conciudadanos. En fin, decidió que mostrar la cobardía le salía más barato.

Como parte del pueblo venezolano pacífico, sé que somos muchos quienes nunca hemos querido un enfrentamiento civil y/o militar entre pueblos, cosa que dista de la historia de nuestros actuales gobernantes. Sin embargo, tampoco acompañamos a Nicolás Maduro en su carta cobarde. Como único firmante, sería cuando menos responsable, que afronte su problema personal y el de sus funcionarios sancionados directamente con la justicia internacional, y no involucre a Venezuela como nación en un hecho donde no está implicada.