sábado, 19 de marzo de 2016

La última Semana Santa en socialismo

     En Venezuela, un país Católico casi en su totalidad, se celebra la Semana Santa con el mayor fervor en su población cristiana, y en la que no lo es tanto, también la celebran como época de esparcimiento y familiaridad. De allí que los gobiernos hayan incentivando desde hace años el goce de estas fechas para los trabajadores. 
     A pesar de esta "costumbre", y la cruel intención del régimen en hacer creer que lo hacen en pro de la religiosidad, el ahorro y el disfrute, la lectura que se hace hoy del decreto presidencial que obliga a los trabajadores de los sectores público y privado, a tomar nueve días continuos de asueto, es otra evidente muestra del fracaso en gestión de quienes presumen ser el mejor gobierno de la historia.
     Para la iglesia católica, esta celebración comienza con el tiempo de Cuaresma, que representa los 40 días pasados por nuestro Señor Jesucristo en el desierto; este tiempo supone austeridad, escasez, peligros naturales, penitencia, oración, etc. y eso es justo lo que el régimen de Nicolás Maduro ha logrado que vivamos en Venezuela. 
     Para efectos objetivos, vamos a decir que la escasez de alimentos no es tal como la del desierto en aquella época, pero es válido recordar cómo los Emiratos Árabes hoy son potencia mundial, habiéndose levantado en pleno desierto. Pero no nos compliquemos, pues no hay punto de comparación con la Venezuela de tierras fértiles, clima tropical y maravillas naturales, sin mencionar su subsuelo millonario.
     Lo que sí es comparable, y hasta sobrepasa con creces lo vivido por el hijo de Dios en el desierto, son los peligros que debió enfrentar con animales de la naturaleza; los escorpiones y serpientes podrían ser las más tiernas mascotas frente al picure, el topo, el conejo (Q.E.P.D.), y demás criaturas de nuestra variada fauna urbana que ha sido desarrollada por los que han diseñado hasta la fecha casi 20 infructuosos planes de seguridad ciudadana. Seres que día a día acechan la vida de los venezolanos, cobrando ya más de 200 mil en el período de paraíso revolucionario.
     Las penitentes colas que debemos hacer para tener acceso a alimentos, productos de cuidado personal, efectivo en los bancos, documentos, trámites, y hasta los mismos pasajes para huir del ahora desierto venezolano, también es un producto hecho en socialismo, como reza su orgulloso eslogan.
     Es así como después de esa Cuaresma extendida, llega por fin la Semana Mayor, sin energía eléctrica, debido a la falta de inversión en mantenimiento e infraestructura, pues vivimos con lo que nos dejaron los nefastos gobiernos de la cuarta, pero fríamente calculado para que no nos entretengamos viendo televisión o escuchando música, y nos concentremos en orar; sin alimentos, producto de la muy planificada destrucción del aparato productivo, para vivir la austeridad mayor en los días representativos al final de la vida de Cristo; con violencia impune, principalmente por la corrupción de los cuerpos de seguridad y la prostitución de la justicia, pero en honor a los inhumanos soldados que azotaron sin piedad ni culpa a Jesús; pero muy importante, sin trabajo, porque ciudadanos productivos podrían costear un alzamiento civil (solo civil porque evocando aquella época, las fuerzas armadas ya demostraron ser los eunucos que cuidan a las mujeres del emperador), y todo esto con el único propósito de enfocarnos en la oración. 
     Lo irónico es que muy probablemente sus planes funcionen, porque para quienes sí creemos en la oración, la hacemos día a día para que ésta sea la última Semana Santa en socialismo y todas las penurias descritas queden pronto en el pasado negro de nuestro bello país. Con seguridad lo lograremos, y Venezuela será libre con la paz que nos caracteriza a los cristianos. Amén.