Entiendo desde todo punto de vista que no es válida la
excusa de ser venezolanos para el “chalequeo”, pero la magnitud de la
celebración me lleva a comenzar esta nota con una de las tantas bromas que he visto
después del pasado domingo, sin embargo, para evitar pataletas, la broma va
dirigida hacia nosotros, los que ganamos. Decía la supuesta conversación entre
dos diputados electos:
-
Ganamos???
-
Si pana,
ganamos!!!
-
Y ahora?
Qué hacemos?
-
… mmm no
sé, nunca habíamos ganado.
Es una broma real, desde 1998 no se había
ganado en las urnas un solo proceso electoral de trascendencia nacional, pues
el “NO” dado a la consulta para la reforma constitucional planteada por el
difunto, igual pasó por debajo de la mesa ya que él mismo, desconociendo la
voluntad del pueblo en aquella oportunidad, fue realizando dichos cambios para
moldear las leyes a la medida de sus necesidades.
De allí la importancia del triunfo por parte del deseo
de cambio. Y es que como bastante hemos leído estas últimas horas, la victoria
no es de la Mesa de la Unidad, sin quitar el mérito por su extraordinaria labor
durante estos años de lucha contra quienes han manejado la política nacional de
la manera más tiránica posible.
El liderazgo del ex presidente Chávez, infundía en su
gabinete, diputados, directores de organismos y casi cada miembro del partido
de gobierno, una especie de temor que veneraba cada palabra expelida por él,
cosa que no heredó el elegido, pues recordando el momento de la alocución
presidencial de hace meses cuando hablaba de la distribución de géneros en el
parlamento, el diputado Cabello le hizo el feo al presidente cuando este lo
invitó a aplaudir, y ni se inmutó, al mejor estilo de “Turn down for what”; y
esto, amigos lectores, se ha traspalado a toda la población, surgiendo de allí
el principal vencido del pasado domingo, El Miedo.
No es cosa fácil entender el miedo que sentían los
empleados públicos con las amenazas de perder los empleos si no mostraban la
foto del voto por la moribunda revolución, teniendo en casa hijos que alimentar
y un panorama en las calles bastante turbio para conseguir otro empleo si no
querían seguir tales directrices por demás antiéticas. Lo mismo con el miedo de
quien siente algo de alivio con las promesas de artículos, elementos monetarios
y/o bienes, que saben jamás podrán obtener por la vía del trabajo en un estado
que no crea las condiciones para ello. El miedo infundido por el régimen por
las supuestas medidas que tomaría un gobierno de diferente tendencia política. El
miedo de ser reprimido por ser de la minoría que piensa distinto, o cualquier
otro miedo que este desgobierno se ha encargado de alimentar en la psiquis del
ciudadano con el vil propósito de mantenerse en el poder “como sea”.
El miedo se venció, y se demostró de la mejor manera
que pudimos haberlo hecho, en una fiesta democrática, sin violencia, agresiones
y lo más importante, en Unidad. Con esta unidad no me refiero a la coalición
política del mismo nombre, pues está claro que miles (si no millones) de
quienes pulsaron abajo y a la izquierda no comulgan aun del todo con la
ideología política de dicho partido; me refiero a la unidad como bloque de
ciudadanos que queremos algo diferente, que nos cansamos de los insultos entre
quienes diseñan nuestros instrumentos legislativos, que nos cansamos de ver
como las facilidades de tener militantes del mismo partido político en el
ejecutivo y en el legislativo nunca fue suficiente para diseñar instrumentos
que verdaderamente promovieran el bienestar de los más desfavorecidos, una
unidad única, valga el pleonasmo, de venezolanos inconformes con el pésimo
manejo de los abundantes recursos de los cuales ha dispuesto el gobierno, y
cansados de como se cometen y denuncian fechorías con la riqueza del venezolano
a plena luz del día, sin abrir investigación alguna por ser los señalados
personajes cercanos a los mismos que ocupan todos los poderes de la nación.
La nueva mayoría en la asamblea (que ya no llamaría
oposición por razones obvias), debe entender esto a cabalidad, siendo una
omisión de estas razones un salto directo al abismo que acabamos de escalar con
tanto esfuerzo. Sabemos la complejidad de la tarea, pero es menester
ejecutarla, elaborar un plan minucioso y detallado de pasos a dar desde el
hemiciclo con el fin de un objetivo general común, donde cada paso sea
precedente del siguiente sin que se obstaculicen entre ellos, y evitando la
confrontación con otros poderes y/o con la minoría que sigue siendo pueblo, teniendo
presente que las políticas a ejecutar deben ser pensadas en el 100 % de la
población. Muy a pesar de la vasta diferencia ideológica que siempre tuve con
Hugo Chávez, hay que admitir que su plan para hacerse de las instituciones,
leyes y organismos para su causa, fue hábilmente estructurado y es parte del
deber en la nueva asamblea revertirlo de la misma manera paulatina con los
menores efectos colaterales posibles.
A la vista está como una palabra mal dicha puede ser
utilizada por el régimen en contra de las nuevas autoridades legislativas, con
el caso de Henry Ramos Allup, que llamando a cambiar la calidad de la
televisora ANTV de manera airada, es tomado por el régimen como un llamado al
despido de todos los trabajadores de la televisora. Incongruente reacción del gobierno
por cierto, a sabiendas de las amenazas a las FANB y empleados públicos si no
ejercían su voto a favor del régimen. Pero bueno, eso es harina de otro costal.
Es así como hoy la palabra debe ser restituida como un
don y no como el látigo que ha sido durante los últimos 17 años. No podemos repetir los métodos que enlodaron
el respeto a los legisladores, eduquemos en cómo legislar por y para el pueblo,
y una vez más, desarrollemos el plan de recuperación de manera estructurada
para así evitar un nuevo “Carmonazo” que bien sabemos en qué terminaría.