Controvertidos cambios ha sufrido la
política venezolana en las últimas dos décadas, haciéndose cada día más vigentes
los análisis de Rómulo Betancourt referidos a que Venezuela es Política y Petróleo.
La cultura política del ciudadano de a pie ha sufrido lo propio, desde un
desentendimiento dañino hasta la inmersión total en sus aguas por parte de
muchos. Sin embargo, pareciera ser mayor la cantidad de venezolanos que
prefieren continuar siendo neófitos en el tema, con la pretensión de hacer
creer que las decisiones políticas no le afectan en su cotidianidad, ya que
"todos los sistemas políticos son iguales, si no trabajo no como".
Y no se trata tampoco de entrar en las contiendas
electorales, ocupar cargos públicos, se trata de poder emitir una opinión
que de alguna manera enrumbe el pensamiento colectivo hacia decisiones sabias,
algo totalmente opuesto a las decisiones de los últimos cincuenta años. Porque
son cincuenta años de despilfarro, de una economía rentista que ha acabado en una sociedad dependiente, holgazana, y lo peor de todo, indiferente.
Tales han sido los errores en el
desarrollo de esa cultura política, que terminamos eligiendo como Presidente a un
individuo sin conocimiento administrativo alguno, y el conocimiento político y diplomático
de un empírico que ha querido inventar el agua tibia en la política internacional.
Lejos de querer señalar una ocupación obrera, pretendo realizar una autocrítica
a la hora que nos toca elegir un servidor público.
Y es que resulta sorpresivo para
muchos los resultados de este farandulero viaje oficial-familiar, cuando era de
esperarse esto. Desde el mismo momento en que la información por parte del
propio primer mandatario que partiría esa noche rumbo a su gira, con dos
escasos minutos informando que visitaría algunos países de la OPEP en pro del
fortalecimiento del mercado petrolero, y otras dos horas rayando en el límite
de una sanata, con señalamientos irrelevantes a países que visiblemente se han
desarrollado. Resentimiento y populismo.
Qué tanto se puede decir de una
autoridad política que va con toda su familia en un viaje oficial, tocando
puertas a ver quien lo recibe, y que cuando es recibido presenta propuestas
desesperadas como lo mostrado en el detalle de los documentos de Petrozamora
que llevaba su comitiva en Moscú, donde al parecer plantea a Gazprombank asignarle nuevos campos petroleros. Imagino que esta
propuesta no la habrá mostrado en Arabia Saudita o en Qatar, porque a según, el
planteamiento (igualmente desesperado) con los países árabes era de bajar el
techo de producción para “estimular” un alza en los precios del crudo.
Entonces, debo suponer que no hay transparencia con los venezolanos, pues nunca
dijo cuáles serían las propuestas que presentaría en el viaje, tampoco hay
transparencia con sus socios comerciales, pues la propuesta hacia uno de ellos
contradice lo que al parecer propuso a los otros. En fin, esperemos que en la
memoria y cuenta nos explique.
A todas estas, para quienes analizamos con objetividad
los temas de interés nacional, ninguno de los resultados de este viaje sería
bueno, puesto que, considerando las opciones, solo habría dos escenarios
posibles:
El primero y más probable, que no lograra concretar
sus objetivos, y su viaje se quedara en una semana de despilfarro y “selfies” familiares.
Y el segundo, que lograra algunas dadivas a cambio de más soberanía comprometida.
Ambos escenarios suponen una axiomática degradación de su imagen ante el mundo
petrolero, quienes se comportaron como la hormiga en el verano y ahora en el
invierno lo ven como la cigarra de puerta en puerta.
Esto no es más que los resultados de nuestras
decisiones como electores, ya que nos gusta escuchar mentiras recicladas,
insultos al adversario, y no hemos aprendido a leer un currículo político, ni
mucho menos administrativo. De allí que hayamos sufrido por décadas de toda una
enciclopedia de cómo no se deben hacer las cosas, llevando a un país rico en
minerales, en potencial turístico, en mano de obra, en posición geográfica y en
hidrocarburos a la quiebra. Veamos cuánto tiempo más le duran los cantos a la
cigarra, porque el invierno al parecer no termina mañana.