Según
fuentes a las que todos aún tenemos acceso, o sea, Internet, la felicidad es un estado emocional que se produce en la persona cuando cree haber alcanzado una
meta deseada. Tal estado propicia paz interior, un enfoque del medio positivo,
al mismo tiempo que estimula a conquistar nuevas metas.
Defino esto
en comienzo para poner en contexto mis dudas ante la aberrante realidad que
vivimos en la sociedad venezolana y las decisiones gubernamentales para
intentar el retorno del orden que saben perdido. Hace unas pocas semanas, el
señor a quien el CNE proclamó Presidente de Venezuela, promulgó el lanzamiento
del viceministerio para la suprema felicidad social, que en su concepto
derivado del sueño bolivariano, incluye la erradicación de la miseria, sin
embargo, no existe coherencia entre lo dicho y los hechos si tomamos en
consideración el proverbio milenario de “Dale un pez a un hombre y comerá un
día; enséñale a pescar y comerá siempre”, puesto que las visibles políticas
populistas de darle al pobre quitando al rico (Entiéndase por rico: Disidente próspero) cual Robin Hood caraqueño, o bueno, latinoamericano para no caer en
diatribas, están hartas alejadas de lograr una erradicación de la miseria. ¿Por
qué? Porque analizando las misiones que forman el conjunto de patrocinios del
gobierno benefactor de Venezuela, y que juntas conglomeran el objetivo del mal
llamado viceministerio, no hacen más que darle “Un pez” a cada afortunado
beneficiario.
La duda
real está en ¿Cuál parte de crear este viceministerio produce la suprema
felicidad social? Me pregunto esto a diario porque cuando creí que nuestra
sociedad no podía estar más dividida, fracturada, herida y por tanto infeliz,
resulta que quien pretende ser líder de un proyecto, arremete de nuevas maneras
(Insospechadas en una democracia) contra ciertos sectores de dicha sociedad.
Los sucesos en tiendas de electrodomésticos no son algo normal, hay heridos
físicos, y principalmente psicológicos en estas burdas demostraciones de odio,
algo muy lejano a los objetivos esperados por nuestro Libertador. Pero el
sistema nos ha llevado a creer que es normal, salir con heridas de un abasto
por pujar un kilo de harina con un vecino, o recibir maldiciones por un puesto
en la cola para surtir combustible, o el simple hecho que al menos un miembro
de cada familia dedique todo su día a hacer colas para buscar comida (sin
encontrarla), ir al banco por dinero (que no le alcanza), ser registrados en
listas para asignarle viviendas (que nunca construirán), entre muchas otras
actividades que alejadas de generar suprema felicidad nos siguen es llenado del
resentimiento que es amo y padre de esta mal llamada revolución.
Basta con
ver las cifras de criminalidad que hay en el país, con índices comparables a
los de los países en guerras (no económicas precisamente), para notar la
ausencia de felicidad en la población, y de esta manera vamos en retrospectiva
a caer en las preguntas incomodas: ¿Será que matar por un teléfono celular es
culpa de algún político que disiente de quien gobierna?, ¿Será que el
hacinamiento en las cárceles del país son producto de la felicidad que reina en
las calles?, ¿Será que perseguir por corrupción a quienes no han tenido el
poder por 15 años genera felicidad en los venezolanos?. Si la verdadera
respuesta a estas 3 preguntas es una contundente afirmación, creo hemos caído
ante un mal trabajo de hipnosis, o no somos lo suficientemente hábiles para
deducir que es hora de levantar la voz.
Cuando se
acerca un evento electoral, es propicio analizar el ambiente que nos rodea,
para así tomar la decisión de nuestro voto, es allí donde difiero de muchos
analistas que llaman al sector que cambia su decisión constantemente “Los
Ni-Ni”. Desde mi punto de vista, son ellos quienes evalúan al candidato, el
entorno, sus propuestas, y como estos aspectos afectan su desarrollo económico
y social, cosa que es en teoría lo que debemos hacer quienes creemos en el
ejercicio democrático. No son simples borregos que votan por un candidato
“porque sí”, o “porque ese el partido de mi líder”, o por alguna otra razón que
termina en una discusión al sentirse aludido por sus propios argumentos
escuetos. Por esta razón, es que invito a quienes NO pertenecen al grupo de los
Ni-Ni, a que hagan lo que ellos, analicen su entorno, a cada candidato, sus
propuestas, y compárenlos con su concepto de felicidad, que debería ser la
felicidad de todos los venezolanos, pues si estamos eligiendo un gobernante que
sólo beneficie mis intereses personales, está de más decir que es el vil
egoísmo que tanto queremos desechar.
Entonces,
si la felicidad me generará paz interior, debo pensar que las cosas deben ir
por un rumbo diferente, y es por esto que vemos a algunos voceros políticos
atestando la mente del ciudadano a través de los medios de comunicación con
discursos de evidente carencia de sinceridad, intentando hacer creer que el
estado está actualmente en una profunda paz. Si creemos en la democracia, al
menos tomemos nuestra propia decisión al elegir. Tasemos nuestra felicidad y
decidamos de acuerdo a una propuesta real, sin escuchar a quienes desperdician
su tiempo en los medios hablando del adversario, para de esta manera recuperar
la felicidad que ha caracterizado a Venezuela y siga siendo su epíteto frente a
los demás países del mundo.