A mediados
de 1998, con 17 años de edad recién cumplidos, llamó mi atención que un miembro
de mi familia, habiendo sido totalmente objetivo frente al tema político, pues
en ningún momento había formado parte de asociación política alguna, no
quisiera ni escuchar las alocuciones y propuestas de quien sería el candidato
más polémico y mediático de la historia contemporánea de Venezuela.
Hugo Chávez se dio a conocer un 4 de febrero de 1992, cuando siendo teniente
coronel del ejército venezolano, tomó las armas del estado para romper con
todas las leyes que juró defender con su uniforme, e intentó a través de su
equipo paramilitar MBR-200 derrocar al entonces Presidente Constitucional de la
República de Venezuela Carlos Andrés Pérez, objetivo que no logró cumplir, a
pesar de los cientos de asesinatos que dejó de saldo dicha intentona. Fue este
el inicio de la ejecución de un plan minuciosamente diseñado en la Unión
Soviética, mejorado en Cuba, y entonces por perfeccionar en el país con más
riquezas naturales de Latinoamérica.
Con base en
ello mi familiar fijaba postura al no querer ni escuchar las propuestas de este
nuevo líder carismático con lenguaje de pueblo. Sus palabras exactas al
preguntarle la razón de no querer escuchar las propuestas fueron: “No necesito
escuchar las mentiras de un homicida confeso, siendo asesino y sin pagar
condena no puede tener nada bueno en la cabeza”. ¡Vaya sabiduría! cuánto dolor
nos habríamos ahorrado en Venezuela si esa postura se hubiera multiplicado en
todo el territorio.
¿Por qué
hablo de esto 20 años después y en otro país? Sencillo. Soy uno de los millones
de venezolanos que ha decidido emigrar porque el modelo implantado por el
personaje en mención redujo toda posibilidad de surgir profesionalmente en
Venezuela y por el contrario multiplicó las posibilidades de morir a manos de
la destrucción social que han tenido como única política de estado él y su
sucesor. Tras catorce años en el poder, que hábilmente mantuvo gracias a la
desinstitucionalización de las instituciones, fue víctima de una enfermedad
mortal (según Cuba), que lo obligó a ceder el testigo a quien ha mostrado ser
un evidente lacayo del régimen castrista. Esta triste historia es un modelo
replicable en cualquier país del mundo, no siendo Colombia ni México la excepción.
A días de
una elección presidencial en Colombia, me permito plasmar mi punto de vista para
quien desee libremente leerlo, ya que algo inusual se ha visto en esta campaña:
dos candidatos provienen de fuerzas paramilitares cuyos palmareses no son más
que millones de víctimas de crueles asesinatos, secuestros y otras muchas actividades
ilícitas. Ya uno declinó creo yo que más por su exiguo nivel de aceptación que
por su salud, y el otro, es según las encuestadoras el segundo en intención de voto.
Es esto lo que aturde tanto, ¿cómo un ex miembro de un grupo guerrillero ha
tenido la impune suerte de llegar a estos niveles de popularidad? No se trata
de perdón, se trata de la intención de ciudadanos desesperados por entregar el
poder de toda una rica nación en desarrollo a una persona con sangre en su
tarjeta de presentación. Es totalmente cierto que no soy nacido en este país,
por eso mi punto de vista (lejos de ser campaña por algún otro candidato) es
una invitación a conocer su propia historia, para que así su voto sea
concienzudamente analizado y basado en lógicas para el bien de Colombia, que no
por resentimiento social o partidista.
Quien tenga
edad suficiente, recordará lo que cuenta la historia acerca de la fundación del
movimiento M 19 con unos jóvenes universitarios que en 1970 se autoproclamaron
una guerrilla insurgente de izquierda para denunciar un supuesto fraude
electoral contra el ex dictador Gustavo Rojas Pinilla, es decir, desde su
nacimiento estaban en apoyo a una dictadura militar que abiertamente censuró
medios de comunicación y asesinó detractores como fueron los del caso de la
plaza de toros el 5 de febrero de 1956. De este grupo, que luego continuó sus
actividades paramilitares con un objetivo de una Colombia más democrática
(incongruente objetivo para un grupo guerrillero de por sí), formó parte el
candidato presidencial en cuestión, y hoy dice haber militado pero no haber
participado en los hechos sangrientos del palacio de justicia, ni en la toma de
la embajada de República Dominicana entre otros. Los juegos de palabras que ha
utilizado el hoy personaje político, han llegado como cantos de sirena para
muchos, incluso pude escuchar personalmente a uno de sus seguidores diciendo “Petro
estuvo en el M 19, pero era solo personal administrativo”, y parte de su apoyo
al candidato lo basa en ello. La afirmación es algo así como que usted como
dueño de una empresa requiera de los servicios contables de un profesional y se presente a la vacante el
contador de ISIS con esta experiencia resaltada. ¿Lo contrataría?
Muchos
otros hoy basan su apoyo en la gestión del señor Petro como Alcalde de Bogotá,
donde ejecutó obras de recuperación de espacios sociales en zonas marginales
como ciudad Bolívar, convirtiendo el alumbrado, la pintura y el bacheo de las
calles, en proselitismo para su objetivo de hoy. Obviamente es más fácil y
barato comprar al que no tiene, esto es parte de la escuela cubana y caraqueña de hoy a la que abiertamente asiste y apoya Don Gustavo Petro.
Cualquiera
sea su postura ante la hoja de vida del personaje mencionado, escuche (lea) las
palabras de una de las millones de víctimas de un régimen que utiliza su
discurso divisionista y con resentimiento hacia las clases sociales altas,
porque sabe que en las bajas se encuentra el grueso de la población, los que
pueden sumar, y que después multiplicará con subsidios y promesas populistas
para atornillarse a una silla con fines únicamente personales. ¿Les suena
conocido? Pueden leer entonces historia contemporánea de Venezuela, de cómo el resentimiento
por gobiernos elitistas corruptos, llevaron al desespero social de elegir a
quien ha sido el peor cáncer de la historia latinoamericana. Y es que los
gobiernos no “dan”, porque los recursos siempre tienen que salir del propio
estado y quien produce en el estado es el ciudadano, así que busque a quien
genere oportunidades para el desarrollo productivo, que plantee escenarios macroeconómicos
realistas para que la inversión venga a Colombia y todo ciudadano tenga una
posibilidad real de surgir, sea como profesional, como obrero, como empresario,
como agricultor, como rentista, en fin, como un ciudadano libre.