viernes, 6 de diciembre de 2013

El Epíteto de la felicidad Venezolana

Según fuentes a las que todos aún tenemos acceso, o sea, Internet, la felicidad es un estado emocional que se produce en la persona cuando cree haber alcanzado una meta deseada. Tal estado propicia paz interior, un enfoque del medio positivo, al mismo tiempo que estimula a conquistar nuevas metas.
Defino esto en comienzo para poner en contexto mis dudas ante la aberrante realidad que vivimos en la sociedad venezolana y las decisiones gubernamentales para intentar el retorno del orden que saben perdido. Hace unas pocas semanas, el señor a quien el CNE proclamó Presidente de Venezuela, promulgó el lanzamiento del viceministerio para la suprema felicidad social, que en su concepto derivado del sueño bolivariano, incluye la erradicación de la miseria, sin embargo, no existe coherencia entre lo dicho y los hechos si tomamos en consideración el proverbio milenario de “Dale un pez a un hombre y comerá un día; enséñale a pescar y comerá siempre”, puesto que las visibles políticas populistas de darle al pobre quitando al rico (Entiéndase por rico: Disidente próspero) cual Robin Hood caraqueño, o bueno, latinoamericano para no caer en diatribas, están hartas alejadas de lograr una erradicación de la miseria. ¿Por qué? Porque analizando las misiones que forman el conjunto de patrocinios del gobierno benefactor de Venezuela, y que juntas conglomeran el objetivo del mal llamado viceministerio, no hacen más que darle “Un pez” a cada afortunado beneficiario.
La duda real está en ¿Cuál parte de crear este viceministerio produce la suprema felicidad social? Me pregunto esto a diario porque cuando creí que nuestra sociedad no podía estar más dividida, fracturada, herida y por tanto infeliz, resulta que quien pretende ser líder de un proyecto, arremete de nuevas maneras (Insospechadas en una democracia) contra ciertos sectores de dicha sociedad. Los sucesos en tiendas de electrodomésticos no son algo normal, hay heridos físicos, y principalmente psicológicos en estas burdas demostraciones de odio, algo muy lejano a los objetivos esperados por nuestro Libertador. Pero el sistema nos ha llevado a creer que es normal, salir con heridas de un abasto por pujar un kilo de harina con un vecino, o recibir maldiciones por un puesto en la cola para surtir combustible, o el simple hecho que al menos un miembro de cada familia dedique todo su día a hacer colas para buscar comida (sin encontrarla), ir al banco por dinero (que no le alcanza), ser registrados en listas para asignarle viviendas (que nunca construirán), entre muchas otras actividades que alejadas de generar suprema felicidad nos siguen es llenado del resentimiento que es amo y padre de esta mal llamada revolución.
Basta con ver las cifras de criminalidad que hay en el país, con índices comparables a los de los países en guerras (no económicas precisamente), para notar la ausencia de felicidad en la población, y de esta manera vamos en retrospectiva a caer en las preguntas incomodas: ¿Será que matar por un teléfono celular es culpa de algún político que disiente de quien gobierna?, ¿Será que el hacinamiento en las cárceles del país son producto de la felicidad que reina en las calles?, ¿Será que perseguir por corrupción a quienes no han tenido el poder por 15 años genera felicidad en los venezolanos?. Si la verdadera respuesta a estas 3 preguntas es una contundente afirmación, creo hemos caído ante un mal trabajo de hipnosis, o no somos lo suficientemente hábiles para deducir que es hora de levantar la voz.
Cuando se acerca un evento electoral, es propicio analizar el ambiente que nos rodea, para así tomar la decisión de nuestro voto, es allí donde difiero de muchos analistas que llaman al sector que cambia su decisión constantemente “Los Ni-Ni”. Desde mi punto de vista, son ellos quienes evalúan al candidato, el entorno, sus propuestas, y como estos aspectos afectan su desarrollo económico y social, cosa que es en teoría lo que debemos hacer quienes creemos en el ejercicio democrático. No son simples borregos que votan por un candidato “porque sí”, o “porque ese el partido de mi líder”, o por alguna otra razón que termina en una discusión al sentirse aludido por sus propios argumentos escuetos. Por esta razón, es que invito a quienes NO pertenecen al grupo de los Ni-Ni, a que hagan lo que ellos, analicen su entorno, a cada candidato, sus propuestas, y compárenlos con su concepto de felicidad, que debería ser la felicidad de todos los venezolanos, pues si estamos eligiendo un gobernante que sólo beneficie mis intereses personales, está de más decir que es el vil egoísmo que tanto queremos desechar.
Entonces, si la felicidad me generará paz interior, debo pensar que las cosas deben ir por un rumbo diferente, y es por esto que vemos a algunos voceros políticos atestando la mente del ciudadano a través de los medios de comunicación con discursos de evidente carencia de sinceridad, intentando hacer creer que el estado está actualmente en una profunda paz. Si creemos en la democracia, al menos tomemos nuestra propia decisión al elegir. Tasemos nuestra felicidad y decidamos de acuerdo a una propuesta real, sin escuchar a quienes desperdician su tiempo en los medios hablando del adversario, para de esta manera recuperar la felicidad que ha caracterizado a Venezuela y siga siendo su epíteto frente a los demás países del mundo.