martes, 29 de septiembre de 2015

Cúcuta a lo lejos

Recuerdo con nostalgia aquellos sábados, en que mi papa nos despertaba temprano en la mañana para salir a la ciudad de Cúcuta, la primera urbe del país hermano que en aquel entonces estaba a una hora de distancia de mi natal San Cristóbal. Supongo que otras personas tendrán recuerdos de tiempos mejores, pero los míos rondan el año 1990, cuando aún estaba en mi primera década de vida, y afortunadamente para el niño que yo era, los viajes a Cúcuta eran sinónimo de ropa y juguetes nuevos, sabores diferentes, un día de familia y compras. Entiendo perfectamente que incluso en aquel momento, muchos no podían darse ese “lujo”, pero sin ánimos de caer en diatribas llenas de resentimiento, aquello no era un lujo para una familia clase media de trabajadores; no era muy complicado a pesar de mi corta edad calcular los precios en Bolívares (de los que eran realmente fuertes), pues sólo le quitaba un cero o “rodaba la coma” un decimal al precio del artículo. 10 pesos te daban por un Bolívar, lo que hacía sentir una especie de abundancia que era producto de la fortaleza de nuestra moneda para ese momento.
En aquel momento se vivía en Cúcuta lo que queremos internalizar ahora los venezolanos, acerca de convertir las dificultades en oportunidades, pues si los venezolanos queríamos un artículo que no se encontraba en el mercado, ellos lo inventaban, al punto que se escuchaba decir de manera jocosa que “los colombianos no han hecho a Jesucristo porque no lo han visto”. El colombiano, muy a pesar de que vivía momentos de inseguridad, guerrillas, narcotráfico, y demás flagelos que desembocaban en una pobreza preocupante, siempre tenía una buena cara para el venezolano como cliente.
Con el pasar de los años, nos fuimos comportando cada vez más como el que gana un premio de lotería y lo derrocha en compras tontas. Cuando Venezuela nacionalizó el petróleo, hecho que data del primer gobierno de Carlos Andrés Pérez por cierto, la riqueza se podía ver, oler, sentir; como me manifestó un ciudadano Español en un encuentro fortuito hace un par de años: “Yo estuve en Venezuela por los años 70, cuando el dinero corría en ríos por la calle”. Pero la historia siempre queda atrás, condenada al riesgo de ser manipulada por quien la cuente.
Si bien la historia de Venezuela está siendo manipulada por una pandilla de nuevos ricos para mantener el legado de corrupción y desfalco a la nación, la realidad de Colombia quiere ahora ser tapada con una nueva artimaña política de quinta. Pero es tarde, quienes vivimos cerca de la frontera hemos podido ver cuánto se ha alejado Cúcuta de nuestra vista.
En la época que comenté al comienzo, recorrer los cerca de 60 Km que separan a San Cristóbal de San José de Cúcuta tomaba alrededor de una hora, pues la topografía Andina siempre ha sido factor de retraso en tan corta distancia. Hoy en día, después de numerosos proyectos de mejora en dicha vía, la que dice ser la frontera económicamente más activa de Latinoamérica, se encuentra en el peor estado físico de su historia, lo que transforma el trayecto en un viaje de mínimo 2,5 horas de deterioro al vehículo que se utilice.
A dicha distancia se suma el innegable desarrollo del estado colombiano, desarrollo en lo económico, en la seguridad, en lo social, en infraestructura; que contrastado con el brutal deterioro que sufre Venezuela causado por la hecatombe chavista, amplía la brecha de distancia entre estos pueblos hermanos.
No siendo esto suficiente, la manipulación comunicacional del régimen en su desvarío desesperado, ha utilizado un hecho terrorista cotidiano, como el ataque a unos efectivos en la ciudad fronteriza de San Antonio del Táchira, como coartada perfecta para decretar estado de excepción y cierre en toda la frontera colombo-venezolana. Cuando hablo de “hecho terrorista cotidiano”, hago referencia al riesgo cotidiano que vivimos todos los venezolanos con la delincuencia desbordada, que no es secreto para el régimen al ver que han realizado más de quince intentos infructuosos de planes nacionales para la seguridad en papel, pero los delincuentes cuentan sospechosamente con armamento de guerra y una autopista de impunidad. Entonces el cierre de la frontera, que ahora regula la entrada y salida de ciudadanos a través de ella, suena más a circo y a una acción castrista que se hubiera llevado a cabo en Cuba de no ser una isla. Este hecho multiplica la distancia con que vemos ahora los sancristobalenses a la capital del Departamento Norte de Santander, que debería comenzar a ser vista hoy en día con el telescopio del criterio objetivo.
Hoy está en el tapete la noticia de prohibición por parte del gobierno de Venezuela de transmisión de canales de televisión colombianos por las cableras privadas, unos kilómetros más para el gran boquete ya descrito, y un avance en el aislamiento total de la nación.

Esta referencia es mi vivencia, invito a los hermanos zulianos a analizar la distancia a Maicao, o los llaneros a Arauca, para que determinen cómo nos han ido alejando de nuestra vista el desarrollo, en tiempo, distancia, libertad e incluso en opinión. Entendamos ya que el problema no está en otro lugar, ni en otras personas, el problema es interno, y tomando nuestra responsabilidad por el lado correcto, utilicemos estos análisis para decidir y guiar de manera pacífica y democrática nuestro país al norte que queremos.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Todos con Leopoldo. ¡Todos!

A propósito de la inevitable preocupación que sentimos todos los venezolanos por la sentencia dictada a Leopoldo López el pasado Jueves, algunas reflexiones nos ayudarán a visualizar los errores en este hecho, y por qué la absolución del mismo representa la libertad de Venezuela. En primer lugar debo decir que aun cuando quisiera escribir algunas de estas cartas abiertas a personajes involucrados en la mencionada aberración jurídica, en este momento no lo encuentro útil, pues ya estoy dudando hasta de la capacidad de lectura y entendimiento de estos personajes. Por tanto, apelo al sentido común de las millones de víctimas de esta farsa socialista que cada día están abriendo más sus ojos y tienen hoy la popularidad del régimen en sus niveles más bajos.
         Hablo de ”la inevitable preocupación que sentimos todos los venezolanos”, porque es visible la preocupación que también tienen los aliados políticos del régimen, dando declaraciones y opinando enfurecidos por las reacciones del mundo justo, del mundo pacífico, del mundo demócrata; lo que hace ver que la condena es absolutamente política. Adicional a ello, dejan ver entre costuras su enorme envidia al líder opositor, pues al ver que los ojos del mundo están en el caso, opinan por los medios públicos para hacerse de un poco de notoriedad (infructuosamente). Bien puedo mencionar a una ministra, que no se ve haciendo referencia de los miles de privados de libertad que viven y mueren en las peores condiciones de hacinamiento en el sobresaturado sistema penitenciario de Venezuela, ni de las crecientes bandas criminales que operan entre las paredes de estos recintos, ni de cualquier otro de los muchos problemas que crecen día a día en los asuntos penitenciarios que ella dirige; sin embargo se le ve hablando con mucha seguridad pero sin fundamento de una supuesta sentencia más grave que debería tener el líder opositor. Allí me surge la duda de si ella tuvo información del juicio que no quisieron hacer público y por eso las declaraciones, nunca lo sabremos.
El mismo caso se repite con otro vocero del partido de gobierno, una persona que busca opinar siempre en temas de interés nacional con tonos de burla y odio, pero siempre queda relegado en los ecos de sus salas vacías. De este señor no hay mucho que decir, solo que sus discursos no necesitan ser revisados por expertos en lingüística para descifrar el odio y el resentimiento inmerso en ellos. Otros tantos se han expresado respecto al tema, como la candidata oficialista a la asamblea nacional que irónicamente ordenó de manera pública la confrontación con quienes apoyaban una sentencia absolutoria a las afueras del palacio de justicia, al igual que lo hizo un gobernador oficialista el año pasado, y a ninguno se le ha levantado cargo alguno por ello. Evoco estos hechos, ya que son las supuestas razones por las que condenaron a Leopoldo.
Entre tantas reflexiones que tengo hacia la ahora famosa jueza Barreiros, solo pondré sobre el tapete mi asombro por su paso desde el total desconocimiento público, hacia las sombras de la más oscura clandestinidad, pues cualquier profesional que se enorgullezca de sus labores y logros, desea el reconocimiento en su medio, cosa de la que obviamente ella no goza. Solo dos fotos, su silencio y un juicio sin derecho a testigos ni pruebas por parte de la defensa que terminó en una sentencia forzada, es lo que la dan a conocer hoy en día, y por supuesto, los rumores del precio de su decisión. Es sabido que mientras no haya claridad y sustento en dicha decisión, no podrá tener otro destino que los rumores de pasillo. Y volviendo al tema de la clandestinidad, me asombra que en el mundo globalizado que tenemos hoy, haya decidido ese camino aun sabiendo que no habrá lugar en el mundo donde no vaya a ser señalada. Este hecho confirma por incontable vez, el mal rumbo que tomaron nuestras instituciones.
Otro punto de reflexión es una vez más el papel de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, como institución autónoma administradora del lugar de reclusión del valiente Sr. López, un ciudadano civil, juzgado en un tribunal civil, pero condenado sin pruebas a pasar casi tres lustros en sus instalaciones. No me explico donde está la autonomía con que este recinto debería pronunciarse ante este hecho, ni ante los muchos hechos que vivimos a diario en los que como institución protectora de la patria deberían haber actuado. Esto sin ahondar en las violaciones de derechos humanos por parte de los custodios del lugar que la defensa de Leopoldo ha denunciado.
También quiero recordar que de este caso surgió de parte del Presidente de la República y del Presidente de la Asamblea Nacional el supuesto conocimiento de un plan para asesinar al líder de Voluntad Popular, y de eso tampoco se ha llevado a cabo investigación alguna.
Otro punto de peso aquí, ha sido el pronunciamiento de instituciones y gobernantes de otros países acerca del caso, donde las respuestas han sido feroces ataques verbales de actores políticos del régimen, lo que supone nuevamente que es un caso netamente político, pero además secreto, y negado a cualquier tipo de observación externa. Entonces, ¿Qué esconden?
        Como última reflexión, no queda duda del liderazgo de Leopoldo López, que con su valor, fortaleza y ejemplo ciudadano, se convierte en el venezolano más importante del momento, tanto para quienes lo fustigan por saber el peso de su palabra, como para quienes hoy exigimos a la comunidad internacional se pronuncie y haga valer la letra de los tratados internacionales en materia de derechos humanos a los que Venezuela está adscrita, y así lograr avanzar en el camino hacia la libertad de Leopoldo, de todos los demás presos políticos, de los millones de venezolanos que estamos presos en la escasez, inseguridad y la persecución, y la no menos importante, la libertad de nuestras instituciones.
            Por eso, hoy más que nunca, ¡Todos con Leopoldo!